Contraste entre misión anglicana y católica
En el contexto latinoamericano, específicamente indígena, la evangelización católica, española y portuguesa, está muy bien documentada, y no hay espacio aquí para un análisis de ella. Cabe decir que existió una mezcla de individuos y órdenes religiosos con una alta sensibilidad y otros, más estatales, que permitieron abusos y un alto grado de infidelidad al evangelio que predicaron.
Es difícil hacer una comparación entre ésta y la evangelización anglicana, por tratarse de dos experiencias de tamaños tan diferentes. Sin embargo, es apropiado para los fines de esta reflexión destacar algunas diferencias notables. El primero es, precisamente el tamaño. Por tratarse de una empresa voluntaria y claramente circunscrita, se pudo controlar con más facilidad la calidad de la obra misionera realizada en el Gran Chaco. Además, a diferencia de las misiones anglicanas en África y Asia, (y obviamente las misiones católicas en América), la misión anglicana en Argentina no tuvo vínculos con ningún Imperio. En algunos momentos de su historia ha sido acusada de representar intereses británicos, pero esto es claramente una postura sin fundamentos. En efecto la independencia de intereses otorgó una libertad para que el énfasis de la evangelización pudiera ser exclusivamente la extensión del Reino de Dios.
Por otro lado, la estatura de los hombres y mujeres llamados por Dios a cumplir la tarea evangelizadora en esta tierras fue excepcional. El grado de entrega, sacrificio y dedicación, junto con una habilidad de relacionarse eficazmente a través de los idiomas locales, y en el contexto de la cosmovisión indígena, proporcionó una lealtad correspondida en muchísimas comunidades por las cuales viajaban y vivían. Esta sensibilidad se ve reflejada en la evaluación, muchas veces escuchada hasta hoy, de que los “misioneros antiguos” (kijilas ti pajt’ipi (Chorote), ifwalas tä päjche (Wichí)) escucharon nuestras palabras y nos creían.
A esto debemos añadir su filosofía. Un ensayo por el misionero lingüista Ricardo Hunt publicado a principios del siglo pasado expone cuatro principios que guiaron a los primeros misioneros anglicanos en esta zona, y que quedan vigentes en nuestro experiencia. En primer lugar el ejemplo de Cristo, de servir y sufrir, concentrándose en los individuos que vino a salvar.
Ratzinger, en una presentación sintética de la eclesiología del Concilio Vaticano II en 1986, lo ha expresado bellamente: “La primera palabra de la Iglesia es Cristo, y no ella misma; la Iglesia se conserva sana en la misma medida en que concentra en El su atención.”
No menos importante, se enfatiza el acercamiento inicial al pueblo indígena a evangelizar. Fundamental a esto es la disposición de vivir entre la gente, y entablar una relación de amistad.
En tercer lugar se habla del desarrollo del trabajo, a través de la introducción paulatina de educación, capacitación manual, obra médica, y cultos religiosos.
Finalmente se enfatiza el aprendizaje del idioma, dando unas pautas prácticas para el mismo.
La misión de la iglesia (o mejor dicho la misión de Dios – “Missio Dei”- en su desarrollo local) nunca permanece inmóvil. El pionero siempre busca nuevos horizontes, como el apóstol Pablo (Rom 16), y los métodos se adaptan a la situación y cultura que encuentra. Barbrooke Grubb había laborado con cierto éxito durante muchos años en el Chaco Paraguayo, entre las comunidades “lengua” o enxet. Su consejo al llegar al ingenio y tomar contacto con las distintas etnias era analizar sus idiomas, y hacer amistades. Esto resultó favorable. En cuanto a la manera de iniciar una serie de misiones, tendrían que esperar la respuesta de la gente. Aunque en un principio mostraron cierto recelo los wichí en la localidad de Misión Chaqueña, luego la seguridad ofrecida por las misiones resultaría muy atractiva a muchos grupos.
Como ya hemos señalado, la misión siempre fue “holística”, muchos años antes del descubrimiento por otras misiones evangélicas de que la obra social y la predicación van juntos como aspectos complementarias (Lausanne 1974). De hecho en 1972 se lanzaría el programa de ayuda social “Iniciativa Cristiana” en Salta. En su inicio su enfoque incluía salud, educación, capacitación vocacional y agricultura. Con los años se transformaría en “ASOCIANA” (Acompañamiento Social de la Iglesia Anglicana del Norte Argentino) cuyos objetivos fueron más claramente orientados hacia la reclamación de derechos indígenas. Áreas de servicio social cubiertas por la iglesia fueron paulatinamente adoptadas por el estado, y la iglesia empezó a especializarse más en el apoyo de reclamos de tierras y la exigencia de justicia puntual en otras áreas.
Un elemento muy importante en este desarrollo de metas y métodos, tanto en la parte social como la “espiritual”, fue la inclusión de un número creciente de profesionales argentinos procedente de otras tradiciones cristianas, enfatizando el aspecto ecuménico de la obra. Esta nueva realidad prestó un aspecto enriquecedor a la misión entre los indígenas. Abrió el mundo del norte a una variedad de iglesias en otras partes del país y ayudó a éstas el enfoque de la misión.
No debemos olvidar tampoco que la Misión Anglicana se limitaba a una zona que abarcaba solamente partes de Salta, Formosa y Chaco. En otras partes de estas Provincias, y en otras Provincias con otras etnias, existían otras misiones, tanto agrupaciones ecuménicas como denominacionales. A través de los Encuentros Interconfesionales se construyó una consciencia cada vez más fuerte de que no se debería imponer divisiones en el mundo indígena que venían de otros lados. Tristemente en los últimos años esta tendencia se ha visto reducida con la llegada de un gran número de nuevos grupos misioneros que no se conectan con esta conversación.
Otros puntos de desarrollo incluyen el desarrollo de la educación teológica por extensión, una forma de aprendizaje y formación que no dependía de los seminarios residenciales y se basaba mayormente en el servicio desarrollado en su contexto. En esto las iglesias evangélicas aprendieron mucho de la metodología de los CEB – “reflexión sobre la práxis a la luz de la Palabra de Dios”. Junto con estos ajustes iban las primeras ordenaciones de presbíteros indígenas (año 1966) y el primer obispo indígena (wichí) en el 1975.
Con el tiempo habría un crecimiento fuerte del ministerio ordenado entre las iglesias y comunidades indígenas, mientras en las ciudades se iban plantando y desarrollando las primeras expresiones latinas anglicanas de vida eclesial. Estas siempre eran más pequeñas y distintivas de la obra indígena, pero hasta hoy se mantienen unidas en una estructura de iglesia nacional que obedece principios teológicos de unidad que no siempre es fácil de manejar a nivel organizacional.
Pero no siempre fue tan positiva la relación entre las iglesias históricas. Ya hemos notado la dificultad que tuvo el Capitán Gardiner en sus deseos iniciales de establecer una obra misionera. Fue en gran parte gracias a lo expresado en el Concilio Vaticano II que la actitud cambió en algunas áreas. En la conferencia de Lambeth (encuentro de obispos anglicanos a nivel mundial convocado cada 10 años por el Arzobispo de Canterbury) del año 1968, se hizo un llamado al desarrollo de más iglesias nacionales en el continente sudamericano. Se describió como “el continente olvidado” y se entendió que la Iglesia Católica reconocía la necesidad de que otras confesiones ayuden en la tarea de evangelización. Un resultado directo de este llamado ha sido el desarrollo de un aspecto urbano y de habla castellana de lo que durante más de 60 años fue exclusivamente una iglesia indígena.
Por otro lado, la relación entre las confesiones más tradicionales, como la Anglicana, Asambleas de Dios, Menonitas, Bautistas y otras, siempre ha sido bastante cordial. En cambio, el reciente florecer de iglesias independientes en las ciudades ha creado una fractura, a veces por razones sociales más que teológicas, de comunidades ya frágiles. Se han vuelto a separar muchas agrupaciones que por muchos años fueron aglomeradas (quizás artificialmente) por las misiones anglicanas, y se ha creado un cuestionamiento general a todos los niveles sociales de las comunidades. Este proceso se ve exacerbado por las presiones políticas y de otra clase. Sin embargo, las iglesias siguen siendo las instituciones de mayor estabilidad a través de toda la zona, en gran parte por su trayectoria.